¿Por qué la izquierda no Habla de la Fiat?

Abstract: 

Los antecedentes del conflicto que analiza el presente artículo son los siguientes. Diecinueve trabajadores de la Fiat Pomigliano, afiliados a la FIOM-Cgil,  presentaron recurso ante la Audiencia Nacional por discriminación sindical. Este Tribunal  da la razón a los trabajadores. Por lo demás, Marchionne, obligado por la Audiencia a readmitir a los 19 trabajadores de la Fiom, despedidos ilegítimamente, ha informado que seguirá despidiendo otros diferentes 19 trabajadores, provocando una fuerte reacción en Italia por su arrogancia y desprecio de la ley.

En su investigación sobre Pomigliano, Rinaldo Ginola nos ofrece la opinión de un obrero de la FIOM, Maurizio Rea, que ha trabajado en la cadena de montaje durante veinte años. “No llego a comprender –dice--  por qué la política, la izquierda, no se dé cuenta de la gravedad de las acciones que ha emprend de la ley.ido la Fiat. Después del juicio de la Audiencia Nacional, que condena a la Fiat, me esperaba una reacción política, una intervención del Parlamento. Pero nada ha ocurrido. Están callados, estamos solos” (L´Unitá, 28.10.2012). 

La izquierda ha vivido lo de Marchionne en un clima de ilusiones y divisiones. El silencio que lamenta el obrero Rea es el reflejo de la frustración y la impotencia de quines habían creído en la engañosa promesa de Marchionne. El mayor error estaba en la convicción de que Marchionne estaba proponiendo una auténtica negociación. Una negociación paritaria, en la que el jefe de la Fiat-Chriysler hacía concesiones al sindicato a cambio  del relanzamiento de la empresa, inversiones y protección del empleo. 

No había nada de ello. Se trataba, en efecto, de dos caminos paralelos. La promesa de las inversiones podía corresponder a una posible hipótesis (la producción global de seis millones de coches en los próximos años) o carecer de todo fundamento como se ha demostrado posteriormente. Pero la actitud de Marchionne sobre las relaciones sindicales era otra cosa y tenía otra lógica. Una lógica americana. Marchionne no inventaba nada. Independientemente del futuro de Pomigliano y de la quimera del relanzamiento de la  Fiat y de las inversiones, Marchionne intentaba cambiar la raíz de las relaciones industriales: hacer como en América.  No hubo ningún cambio en la negociación, un sólo objetivo: la aceptación de las condiciones de la empresa.  Esta es una práctica ordinaria de las relaciones industriales en América. El sindicato poco o nada cuenta para negociar.  Por dos razones.

La primera es que la representación sindical en el sector privado se ha reducido al siete por ciento de la fuerza de trabajo. El modelo que se ha introducido en los últimos tres años es el de Walt – Mart, la empresa americana más grande con dos millones de trabajadores en todo el mundo, de los que 1.400.000 están en los Estados Unidos. Desde hace treinta ños el sindicato intenta introducirse en los treinta mil supermercados que hay en los diversos estados, sin éxito alguno.  Los trabajadores y las trabajadores (llamados formalmente los “asociados”) que intentan forman un sindicato son despedidos. De facto se ha suprimido el derecho de los trabajadores a asociarse, punto éste fundamental de las reglas de la Organización Internacional del Trabajo.

Hay empresas donde el sindicato continúa existiendo, por ejemplo, las del automóvil en Detroit, cuya situación es diferente. Cuando se abre una negociación, la empresa presenta su plataforma sobre horarios, pausas, seguro sanitario y el régimen de pensiones de empresa. La negociación sobre esta plataforma empresarial es la precondición para la apertura de la negociación para renovar el convenio de empresa. Es una práctica del give back, esto es, la “restitución” de  garantías y derechos adquiridos por los trabajadores en el pasado. Particularmente, en tiempos de crisis, funciona el chantaje. Pero puede ocurrir opten por la resistencia y la oposición.

El ejemplo más clamoroso es el de la American Cristal Sugar, la mayor empresa americana de transformación del azúcar de remolacha, con fábricas en Dakota del Norte, Minessota e Iowa. Cuando en el verano de 2011 los trabajadores rechazaron la propuesta de la contraparte de reducir la contribución de la empresa al seguro sanitario, la empresa rompió las negociaciones dejando sin trabajo y salario a 1.300 trabajadores. A continuación abrió una campaña de reclutamiento de 900 trabajadores para trabajar a tiempo parcial en substitución de los despedidos, culpables de haber rechazado la propuesta de la empresa.  Ahora, octubre de 2012 –quince meses después— los trabajadores de la  Sugar  siguen sin trabajo, sin subsidio de desempleo y sus familias están en manos de la beneficencia de las asociaciones asistenciales privadas y e los food stamps, los bonos para retirar  mensualmente pequeñas cantidades de alimentos.  Es el retorno a los tiempos de la Gran Depresión, antes del New Deal y de la ley Wagner sobre la libertad de asociación y negociación colectiva: las leyes del trabajo de Franklin D. Roosvelt  que permitió a millones de trabajadores asociarse al nuevo sindicalismo industrial  y dio vida al que fue el mayor sindicato de la historia del capitalismo.

Hoy se aplica en América el modelo Wal – Mart de la exclusión prejuiciosa del sindicato o, como alternativa el de la give back.  Este último es el de la Chrysler que Marchionne se ha propuesto imponer en Fiat. No hay nada que negociar. Su modelo de relaciones industriales  es independiente de la promesa (por engañosa que sea) de las inversiones. A diferencia de la Sugar, Marchionne ha puesto en marcha un “bloqueo selectivo” para los afiliados a la FIOM que, en el referéndum, manifestaron su desacuerdo.  Ni siquiera los ha substituido por otros trabajadores, siendo más que suficientes los que, en el cuadro de aquella destrucción progresiva de la producción, pertenezcan a las organizaciones que aceptaron el chantaje empresarial. 

La Magistratura mantuvo lo que en Europa continúa siendo un derecho fundamental de libertad: el de asociaciarse a un sindicato libremente elegido sin perder el trabajo.  La política y la izquierda callan, decía el obrero de Pomigliano. En el clima de inestabilidad –no sólo económico sino de la democracia que atraviesa el país— la pregunta que debemos hacernos es: ¿Hasta cuándo?   

(Traducido por la Escuela de Traductores de Parapanda)