Recordando a Luigi Mariucci, profesor de derecho laboral

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"Gigi ci ha lasciato". Era el mensaje de Umberto Romagnoli a las 9 y media de la mañana. Una terrible noticia que nos sumerge en el duelo y en la conmoción por la desaparición del amigo y del compañero.

Luigi Mariucci era un gran constructor del Derecho del Trabajo, sabía asignar el valor político preciso a las estructuras que lo sostenían, y por su formación y su cultura revalorizaba el componente privado-colectivo como forma de recibir y procesar toda la información proveniente del ámbito social y económico en el que se asienta la relación de trabajo asalariado. Construía teoría sobre la base de una dirección política precisa, la que entendía que las personas que trabajan debían ser libres y emanciparse del dominio y de la violencia a la que les sujeta un poder privado sólidamente asentado en el armazón del sistema económico y social. El producto de su trabajo científico, de sus estudios, supone un material riquísimo en sugerencias y enfoques, en planteamientos críticos y en hallazgos excepcionales. Era extraordinariamente creativo y sus artículos siempre contenían propuestas exigentes y rigurosas que abrían formas de abordaje teórico extraordinariamente fecundas.

Pertenecía a una generación que se formó en el clima cultural de los años setenta del siglo XX en Italia, en un caldo de cultivo de valía excepcional. Se consideraba discípulo de Federico Mancini, y desplegó su trabajo intelectual junto a Giorgio Ghezzi y Umberto Romagnoli, es decir, los creadores de la escuela boloñesa de Derecho del Trabajo. Fue Catedrático en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia y contribuyó a crear la revista Lavoro e Diritto de la que era co-director con su compañero y amigo de siempre Guido Balandi. Su compromiso político le llevó a asumir tareas importantes en la región de Emilia -Bologna, donde fue assessore alle attività istituzionali desde 1993 al 2000, y en cualquier tiempo desde su compromiso hacía valer el valor ciudadano de un pensamiento progresista y crítico. Se apasionaba con la política y tenía una curiosidad inmensa por entender y valorar los procesos de redefinición democrática en Europa, en América Latina y en el resto del mundo y los cambios de ciclo que acontecían a partir de la disolución del mundo socialista tras la desaparición de la URSS en 1991.

Era un punto de referencia ineludible para todos los iuslaboralistas italianos, y formaba parte de una generación que se había habituado a la labor de edificar el derecho social europeo y a señalar críticamente los elementos más cuestionables de éste. Siempre atento a la evolución cultural de los estudiosos del Derecho del trabajo, entendía que el trabajo colectivo que emergía del debate y de la confrontación rigurosa teórica suponía el único camino practicable por quienes nos dedicábamos a la profesión de juristas del trabajo.

La relación de Luigi Mariucci con una parte de la academia española de iuslaboralistas arranca de mitad de los años 80, cuando vino en la expedición de juristas que organizó Umberto Romagnoli para la realización de un seminario inolvidable en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid con Maria Emilia Casas como contraparte española, y a partir de ese momento se entabló una relación permanente en el marco de la fraternidad científica entre el colectivo español e italiano que se desarrollaría a través de una larga serie de encuentros e intercambios. En esa misma época, con ocasión de la extensión a otros países del seminario internacional de Pontignano V, acudió a Navacerrada en septiembre de 1987, donde se reunió posiblemente el grupo más importante de iuslaboralistas europeos italianos, franceses, ingleses y alemanes junto con los españoles que tuvimos la suerte de asistir a estas sesiones.

En el curso 1988-89, que pude pasar de octubre a mayo en Bolonia, siempre recordaré su generosidad y su benevolencia en la invitación que me hizo a su Universidad de Venecia, las sugerencias para acudir a actos y debates importantes, la indicación casi imperceptible de espacios de discusión imprescindibles y largas conversaciones en las que su insaciable curiosidad analítica sabían exprimir datos y enfoques que le permitían a su vez nuevas aportaciones y propuestas. Y siempre rodeado de una fina ironía y de una camaradería que procedía de compartir las mismas coordenadas de resistencia al autoritarismo y de proyecto social emancipatorio en nuestros respectivos países.

En esos días tuvo un papel decisivo en la propuesta de nuevas reglas del sistema sindical que culminaría con el texto sobre la importantísima ley de huelga en los servicios esenciales, promoviendo un debate más intenso que el que se podía centrar en la materia finalmente legislada, y sus intervenciones entonces abrieron a los juristas de aquí, espacios de reflexión y de análisis muy relevantes. Más allá de esta influencia evidente en nuestra forma de estudiar  y de abrirnos a la comprensión concreta de los complicados elementos colectivos y normativos que requería cualquier actuación legislativa sobre la autonomía del sistema sindical, la relación entre nosotros mudó de acentos y se hizo más próxima aún, más afectiva. Cuando Joaquín Aparicio, ya al comienzo de la década de los noventa, se desplazó por otro curso académico a Bolonia, la relación con Gigi Mariucci trascendió al plano de la amistad. A partir de ahí, muchas navidades y muchos veranos los han pasado en compañía en estos últimos veinte años en una amistad inquebrantable. Mis amigos.

Se implicó asimismo en el proyecto iniciado por Umberto Romagnoli y Pedro Guglielmetti que perseguía abrir un diálogo duradero entre los mejores laboralistas latinoamericanos y la cultura de los juristas del trabajo europeos, bajo el paraguas de la OIT en el marco de una relación con la Universidad de Bolonia y el sostén financiero primero del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y luego de la Región de Emilia Romagna. Gigi Mariucci se comprometió con esta iniciativa especialmente a partir de la incorporación a la misma de la UCLM, coordinada por Joaquín Aparicio y yo mismo, y cuando este encuentro se trasladó a Toledo, participó en todas las temporadas del curso, junto a un grupo impresionante de colegas y amigos como Donata Gottardi, Laura Calafá, Federico Martelloni, Andrea Lassandari, Guido Balandi y, desde luego, el caposquadra Umberto Romagnoli, hasta este último septiembre, en el que el curso no se pudo realizar por las restricciones a la movilidad debido a la pandemia. La pandemia que le ha arrancado la vida ayer.

Siempre activo, siempre inquieto, analizando. Su último whastapp, en octubre de este año, decía que estaba pensando en hacer un comentario al ensayo-programa que Del Punta, Caruso y Treu habían publicado y que Miguel Rodriguez Piñero y Maria Emilia Casas habían anotado en la revista Derecho de las Relaciones Laborales. Y antes del verano nos había enviado, para su discusión y divulgación, el texto sobre “Pandemia, postpandemia  e lavoro. Quali conseguenze durature?” que constituirá la base del llamamiento de la Labour Law CommunityComunitá di Giuslavoristi aún vigente para poder efectuar con esas contribuciones un e-book en cuatro lenguas, italiano, inglés, francés y español. Adalberto Perulli, en nombre del directorio de esta asociación y de toda la comunidad, ha escrito un recuerdo bello y emocionante que recoge, desde la cercanía afectiva e intelectual una imagen muy próxima de Mariucci.

Se ha ido uno de los nuestros, uno de los mejores. Un amigo, un compañero. Es un día de enorme tristeza, de un vacío interior muy doloroso. Solo queda el consuelo de su recuerdo y la memoria de su amistad.

 

 

 
 
(En la foto, de izquierda a derecha, Federico Martelloni, Joaquin Aparicio, Andrea Lassandari, Guido Balandi, Gigi Mariucci, Antonio Baylos y Umberto Romagnoli. Al fondo a la derecha, Joaquín Pérez Rey y Pedro Guglielmetti. Toledo, septiembre 2019) 
Antonio Baylos

Catedrático de Derecho del trabajo. Universidad de Castilla-la Mancha
Co-Editor Insight.
www.baylos.blogspot.com
antonio.baylos@uclm.es

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