La norma laboral de la crisis propaga en las relaciones laborales un desequilibrio radical entre la libertad de empresa y el derecho al trabajo, de manera que el contenido laboral de este último queda en gran medida anulado.
Ahora el gobierno está revocando otra fracasada política neoliberal de la década de los años 90: la privatización de su industria de petróleo y gas, lo que nunca debería haber ocurrido en el primer lugar.
El hecho de que ahora a los mercados internacionales se les presente la reforma laboral como una medida expansiva, que sirve como contrapeso a las medidas contractivas basadas en los recortes presupuestarios, es un mero movimiento propagandístico.
Una reforma clasista que modifica de forma profunda normas básicas del ordenamiento laboral y impone la confiscación violenta de espacios decisivos de poder contractual colectivo.